La mujer de negro


Como bien se dice en la película: el espiritismo es sólo perseguir sombras. Por eso en teosofía a esta parte del esoterismo se la considera la menos interesante porque es difícil que nos ayude a obtener luz, que es lo que desde el alma buscamos.
Es triste y terrible alimentarse de sucedáneos y cuando el dolor nos alcanza y nos resistimos a aceptar la destrucción del viejo mundo entramos en un lugar sin tiempo, en un limbo hecho de espejos y sombras donde anestesiados volvemos sobre el mismo bucle a rememorar la tragedia de una pérdida no asumida.

La cámara que se mueve sin motivo revela su propio artificio y expulsa al observador del relato. Este modo de rodar y la retórica musical lo sitúan a uno a la defensa, cosa que complica la entrada, pero uno siente curiosidad por la regeneración de esta productora e intenta dejar a un lado prejuicios y ver la manera de entrar en este cuento de fantasmas contado por un fabricante de juguetes.

Y es cierto que al principio esa necesidad de mover la camara y cambiar de plano constantemente denota una realización insegura pero poco a poco la narración va asentándose y según va avanzando el metraje a mayores retos mayor solvencia por parte del director en un baile de misterio, sustos “limpios” e intranquilidad esperable en todo buen producto de este género. 

El resultado es un cuento de fantasmas cautivador e inquietante.

Una estupenda noticia: la Hammer ha regresado con fuerza y una dignidad apabullante.




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