Sombras tenebrosas


196 años observando las sombra oscuras del alma humana.
Ahí radica el poder del hombre.

Difícil, educado y anticuado Barnabas Collins nos hipnotiza con su garra.

Las escenas circulan como quien echa cartas, de un modo fascinante, y simplemente descubriendo la iconografía de una baraja no conocida nos zampamos media película sin importarnos la historia, como si fuera  el episodio piloto de una serie que tiene horas por delante para desplegar su abanico.

Y de pronto, con la urgencia del que a la mitad del metraje olvidó que en cine comercial se cuenta una historia, brota de la nada una supuesta historia de amor sin previa germinación y una especie de incidente desencadenante bastante tonto casi una hora después de lo que viene a ser habitual  y todo se precipita a trompicones de modo torpe y desconcertante.

 Por otra parte, todo se articula alrededor dos personajes: la bruja  (que parece el Dios del chiste de “A Zaragoza o al pozo”)  y el vampiro, el resto parecen secundarios con frase que no han sabido o no han tenido tiempo de dar cuerpo a su papel y que hacen breves apariciones y sueltan lineas de diálogo como siembras o promesas que luego se diluyen.

Vacía, hueca y sin norte, la segunda mitad es un despropósito completo y sin ninguna gracia que remata con un último segundo que deja bien claro que este producto audiovisual es simplemente carne de centro comercial y ni siquiera pretende ser una película.




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